Comentario
Birmania fue el país que mejor acogió a los japoneses. Los nacionalistas colaboraron con los invasores, que les habían prometido la independencia. Pero hubo pocas concesiones: de marginal para los japoneses, Birmania se había convertido en una de las principales posiciones asiáticas. Además, los nuevos ocupantes necesitaban todas las materias primas y productos alimenticios, y todas las energías humanas locales para sus fines militares. Se prohibió a los birmanos que exportaran su arroz y otros productos. Pronto apareció el hambre y el trabajo forzado -y los muertos se contaron por millares-, los malos tratos y el desprecio racista. La prometida independencia fue aplazada continuamente.
En cuanto a los británicos, tras su expulsión de Birmania, convirtieron la capital regional de Manipur, Imphal, en su cuartel general. Ahora había que formar un ejército, infundirle moral y lanzarlo contra los victoriosos japoneses. Había que demostrar a los hindúes -y a los birmanos- con ideas nacionalistas que los británicos no estaban vencidos y, sobre todo, que India seguía en sus manos (26), y que los japoneses no eran superhombres.
Pero faltaban soldados -una gran parte del Ejército de la India se hallaba en los frentes del norte de Africa-, faltaban oficiales, material, aviones, transportes, aeródromos, carreteras. A partir de septiembre de 1942 se construyeron más de 200 aeródromos, se trajeron aviones británicos y norteamericanos. Se comenzó a solucionar el grave problema sanitario -la disentería y la malaria habían ocasionado más víctimas que el enemigo. Slim hizo todo lo posible para que el plan de defensa de la India y de contraofensiva fuese una realidad. Fue designado comandante supremo Lord Mountbatten, siendo su segundo el general StilwelI. El primero era prudente y sensato, el segundo más impulsivo, y estaba ansioso de atacar. Este quería reconquistar Birmania para concentrar el esfuerzo en la ayuda a China, considerada el teatro de operaciones fundamental, donde se hundiría el poderío japonés. Quería adiestrar a un ejército chino que expulsara al enemigo del norte de Birmania y restablecer de una vez las comunicaciones con China. Mountbatten prefería concentrar recursos en la India y esperar a que los japoneses extendieran demasiado sus líneas y se desgastaran, y luego iniciar la contraofensiva, y liberar toda Birmania.
A fines de 1942 y comienzos de 1943 se lanza finalmente una ofensiva limitada hacia Arakán. La operación, concebida como un ataque frontal, mal preparada, ejecutada sin entusiasmo por las tropas y por un mando lento y demasiado centralizado, fracasa, lo que no ayuda a levantar la moral británica. Era necesaria una reestructuración en profundidad.
Antes de que ésta se iniciara, y mientras duraba aún la incertidumbre y la confusión, Wavell, desde 1943 virrey y gobernador general de la India, decidió aceptar un plan de infiltración tras las líneas japonesas, propuesto por quien en ese momento gozaba de fama de buen organizador de irregulares, el general de división Orde Wingate. Este había adiestrado, antes de la guerra, a grupos terroristas judíos de Palestina contra los árabes, entre ellos al Haganá, y luego, en 1940, grupos guerrilleros tras las líneas italianas en Africa oriental, con éxitos llamativos y discutibles. Ahora se trataba de hacer otro tanto con unos Grupos de Penetración de Largo Alcance -llamados chindits, nombre de unos leones legendarios de la mitología birmana-, que cortarían las comunicaciones y atacarían los puestos japoneses, se moverían sin vehículos, serían aprovisionados desde el aire y eventualmente coordinarían su acción con la de unidades regulares.
Los chindits eran unos 3.200. Divididos en dos grupos, mantendrán cierta inquietud detrás de las líneas enemigas a partir de febrero de 1943, y mejorarán un poco la moral de los aliados, pese a su reducida eficacia militar. Llegarán a penetrar más de 150 kilómetros en territorio japonés, cruzando incluso el río Irawady -Eráwadi en birmano-, y obligando, en un primer momento, a los japoneses a emplear bastantes tropas para cazarlos. En marzo comenzaron a retirarse, perseguidos por el enemigo, y perdieron casi un tercio de los chindits y todo el material.
También los japoneses, mientras tanto, habían mejorado su organización y preparación. El Cuartel General de Rangún fue confiado al prudente general Kawabe, bajo cuyo mando estaba el XV Ejército del general Mutaguchi -centro-, el XXVIII Ejército, del general Hanaya -Arakán- y el que será XXXIII Ejército, del general Honda -norte-. Mutaguchi, impulsivo y dinámico, propuso un plan de invasión de la India para la estación seca 1943-1944, que fue aceptado tras interminables discusiones, pero quedó limitado a la zona de Imphal; esta ciudad y la de Kohima deberían ser capturadas, pero la operación no se extendería al valle del Brahmaputra, en Assam, como deseaba Mutaguchi. Se intentaría, además, cortar los suministros a las fuerzas de Stilwell en el norte. En el Arakán, Hanaya atacaría en la zona de Chittagong hacia Bengala, reteniendo las reservas de Slim. Aquí el Ejército Indio de S. Chandra Bose -una división con 9.000 hombres- se uniría a las fuerzas de Hanaya, trataría de atraerse a los soldados indios del Ejército británico. Los japoneses estimaban que harían todo esto en tres semanas, y el frente aliado se derrumbaría definitivamente.
Los aliados, para su proyectada ofensiva, crearon en agosto de 1943 el Mando del Sudeste de Asia -SEAC, en sus siglas inglesas-, cuyo mando fue dado a Mountbatten; el mando de todas la fuerzas fue dado al general sir G. Giffard, con el XI Grupo de Ejércitos, y el de las fuerzas de choque a Slim, con el XIV Ejército. En Imphal estaba el IV Cuerpo del general Scoones, y en Arakán el XV Cuerpo del general Christison. La organización, aparentemente, había mejorado mucho, lo mismo que el material y la moral. Con todo, no faltaban las dificultades, para el abastecimiento de las fuerzas de Imphal, por ejemplo, y por la escasez de aviones, paliada por la llegada de aparatos de transporte, un tercio de los cuales era estadounidense.